Un Día Cualquiera
Hoy he salido a la calle, ansioso por huir de esas cuatro paredes que me cercaban y parecían abalanzarse contra mí. Las piernas se mueven solas, camino sin pensar, de forma automática. Los ojos apenas prestan atención a su alrededor: manchas de gente dirigiéndose de un lado para otro... nada que me importe. Mi cabeza se encuentra en otra parte, abstraída en el mundo del pensamiento.
De pronto, dejo de caminar y observo que me encuentro frente a una librería. Decido entrar.
Allí encuentro libros por doquier, miles de artistas que han plasmado sus ideas en la inmortal celulosa; pero mis manos saben donde buscar, de hecho se dirigen hacia una sección concreta: poesía.
Estiro la mano y tomo un ejemplar de Las Flores del Mal. Comienzo a leer.
Las palabras me son cada vez más cercanas, siento como un cúmulo de sentimientos se agolpan en mi pecho. Paso las páginas con avidez, deseo empaparme con sus palabras.
Dejo el ejemplar para tomar otro de forma casi inmediata.
Tras cada libro que pasa por mis manos mi respiración se acelera y los sentimientos golpean con mucha más energía; haciéndome sentir más humano y más frágil. Cierro los ojos por unos instantes... El mundo desaparece por completo y en él tan solo me encuentro yo y mis sentimientos...
Deposito el último de los libros en el estante y ,con pasos lentos, salgo de la tienda; saboreando aun la experiencia, perdido en ese cúmulo de sensaciones... Una vez fuera del aroma y la influencia del papel, una idea se hace eco en mi mente:
¡Joder! Lo necesitaba.
No le faltaba razón...