Hola; soy un chico de 23 años, con los ojos azules, mido un metro noventa y procuro ir a diario al gimnasio para cuidar y mantener su estupendo físico... ¿Os habéis creído algo de lo que os he dicho hasta ahora? Pues no lo hagáis, dado que es todo mentira. Si fuese cierto no perdería el tiempo restregándoselo a los enormes arquetipos de unos cien kilos de peso y cuya única meta en la vida es subir de nivel a su PJ. Seamos francos, si mi descripción fuese cierta estaría demasiado ocupado ligando en un bar cualquiera de la ciudad.
En realidad soy un chaval de 18 años, con los ojos verdes más bien esmirriadete y al que le faltan muchos capítulos por leer del gran libro de la vida. Me describiría como alguien bastante sociable (es decir: cuento con una amplia gama de gente conocida), aunque mis verdaderos amigos podría contarlos con los dedos de una sola mano. También me considero bastante bromista, dado que siempre intento arrancarle alguna sonrisa a las personas; aunque a veces se me va la mano y recibo alguna que otra colleja bien merecida. Mis ratos libres los gasto en aporrear un bajo situado estratégicamente en mi cuarto, escribiendo algún relato (aunque cada vez que lo hago muere un escritor), escuchando música (como todo buen hijo de vecino) y, como no, leyendo. Diría que leo prácticamente de todo (desde grandes clásicos como "El rey Lear" hasta best-seller actuales como "Los Juegos del Hambre"); pero si me tengo que quedar con tan solo un autor de todos los que he devorado sería Gustavo Adolfo Bécquer, tanto sus rimas como sus leyendas.
Seguramente, después de haber leído hasta aquí, os preguntaréis que le ha llevado a este cazurro a crear este blog y, por consiguiente, a escribir (si es que se le puede llamar así). Pues bien, todo eso se lo debo a un gran amigo mío (de esos de la mano, la derecha para ser exactos) que consiguió hacerme sentar delante de una hoja y cogerle el punto a eso de vomitar un chorro de tinta negra sobre la hoja.
Creo que ya no tengo nada más que contar y además mis dedos me estan suplicando que deje de escribir, así que mis próximos esfuerzos y quebraderos de cabeza irán a parar a mis próximos textos. Tan solo recalcaré que la perfección (a la que he tratado de acercarme con estas habladurías) recae en el punto medio entre dos extremos viciosos (en este caso la realidad y la ficción).